TERCERA PARTE
Por Marcelo G: Ruibal
Como
dijimos en las otras partes el motivo de este
trabajo es analizar el por qué el general Martín Miguel de Güemes fue
prácticamente omitido en la historia de la guerra por la independencia de
América del Sur, y en la de las Provincias Unidas de Sudamérica, solo figura
como el defensor de la frontera norte, y también, por qué fue calumniado y
detractado durante más de un siglo, a tal punto que recién el 22 de agosto de
2006 la Ley Nacional Nº 26.125 declaró al general Güemes “Héroe Nacional”, y el
08 de junio de 2016 la Ley Nacional N° 27.258 incorporó como feriado nacional
el 17 de junio, en conmemoración por su muerte.
Para
ello debemos remitirnos a los trabajos históricos que realizó el general
Bartolomé Mitre que por mucho tiempo fueron el sustento y la base de la
documentación sobre la historia argentina.
Mitre
fue el creador de la historiografía argentina y también de la historia oficial,
la que tiempo después sería cuestionada por la historia revisionista.
En
especial debemos referirnos a dos de sus obras: la “Historia de Belgrano y de
la Independencia Argentina” (1854) y los “Estudios históricos sobre la
Revolución Argentina: Belgrano y Güemes” (1864).
Después
de haber publicado el libro la “Historia de Belgrano y de la Independencia
Argentina”, en el que le dedica al general Güemes algunos capítulos, se produce
un fuerte enfrentamiento entre Mitre y el Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, lo que
provocó que en 1864 Mitre publicara el libro Estudios históricos sobre la
Revolución Argentina: Belgrano y Güemes en respuesta al libro las
Rectificaciones Históricas: General Belgrano, General Güemes de Vélez
Sarsfield.
Como dijimos en la
segunda parte comenzaremos analizando el siguiente párrafo del libro de Mitre,
Estudios
Históricos sobre la Revolución Argentina: Belgrano y Güemes, que dice: “He
aquí lo que dice el general Paz en la página 215 del tomo 1° de sus Memorias,
sobre este hecho y sobre sus consecuencias: <El Comandante Güemes, cuyo
espíritu inquieto y cuyas aspiraciones empezaban a manifestarse, no podía estar
contento en el ejército, y que además sus gauchos no eran una tropa adecuada
para la campaña del Perú, regresó pues con su división desde el Puesto del
Marqués, y apenas llegó a Jujuy se quitó la máscara y principió a manifestar su
independencia. El primer acto o exceso que cometió, fue echarse sobre el parque
de reserva del ejército y apoderarse de quinientos fusiles contra la voluntad
del General, y las representaciones del encargado de él. Para esta violencia no
había ningún pretexto, pues ocupando nuestro ejército las Provincias altas de
Potosí y Chuquisaca, nada tenía que temer de los enemigos la de Salta. Después
todos sus pasos sucesivos fueron conformes a este principio”. (E.H., pág.
339 y 340)
Al
haberse retirado el brigadier Joaquín de la Pezuela con su ejército hacia el
norte del Alto Perú, después de la derrota sufrida en el Puesto Grande o del
Marqués, el general Rondeau inicia las marchas con el Ejército Auxiliar, y
cuando llega a Potosí, recibe un oficio del Teniente Gobernador de Jujuy que le
informa que Güemes había retirado de esa ciudad quinientos fusiles, ante este
hecho le envía el 19 de mayo de 1815 un oficio a Güemes
intimándolo a que devolviera los mismos y que no avanzaría de Potosí con el
ejército si no lo hacía.
Ante
la negativa de Güemes de devolver los fusiles, Rondeau le comunica al Director
Supremo suplente Álvarez Thomas lo sucedido y le pide refuerzos para el
Ejercito Auxiliar ante un supuesto incremento de las fuerzas de Pezuela con
tropas del brigadier Ramírez.
Ante
la comunicación de Rondeau, Güemes le envía un oficio a Álvarez Thomas el 11 de
septiembre de 1815 en el que queda muy en claro su buena voluntad, su
sinceridad, su alta capacidad como estratega militar, la capacidad de sus
gauchos para el combate y que su único y principal objetivo era liberar del
yugo español a la América Hispana.
General José Rondeau |
Esto
surge del simple análisis de las palabras de Güemes, “... Parece no hay necesidad del auxilio de los dos mil hombres para
reforzar el Ejército Auxiliar del Perú. Aquí en esta provincia de Salta, tiene
V.E. cuatro a cinco mil campeones, abrasados con el sagrado fuego de la
libertad de la patria, y altamente entusiasmados con el patriotismo más puro, e
incorruptible. Están acostumbrados a vencer... Expelieron a los enemigos de
esta ciudad, y la de Jujuy, y con la batalla del Puesto Grande, los forzaron a
desocupar las provincias de Potosí, y de Charcas, sin que el Ejército
Auxiliador, tuviese la pérdida de un solo soldado, o descargase un tiro de
fusil...”.
“Descanse pues V.E. en la
seguridad de esta provincia. Vamos con las del Perú, para cuyo auxilio me
ocurren las consideraciones siguientes.
1º que siendo tan larga la
distancia, que hay desde Buenos Aires hasta el punto en que se sitúe este
refuerzo, no puede verificarse con celeridad, y rapidez, que se desea a menos
que se estropeen, e inutilicen las tropas.
2º la diferencia de
temperamentos, aires, terrenos, aguas, alimentos, costumbres, etc., que hay
entre las provincias abajeñas, y arribeñas, cada una influye poderosamente en
la entidad, y graduación de las fuerzas físicas, y morales.
Cuando se anunció la
venida de la escuadra española, ofrecí a V.E. caminar a esa costa, con mil
quinientos hombres. Ahora hago el ofrecimiento, de marchar al Perú, con los dos
mil, que se piden de auxilio, remitiéndome el suficiente armamento, y
pertrechos, y proporcionándoseme la mitad de todos los costos, y socorros, que
se podrían invertir en la conducción, y transporte de las tropas de Buenos
Aires.” (Luis Güemes, Güemes Documentado t. 3, pp. 25/30)
Muy
lejos del deseo de Güemes estuvo la respuesta del Director Supremo, que con
fecha 25 de septiembre de 1815 le dice: “No
puede este gobierno aprobar lo que V.S. expone en su oficio de 11 del corriente
para no haberse ya dispuesto a mandar al ejército del Perú los auxilios que se
han prevenido. Todo entorpece las medidas tomadas para de un solo golpe salvar
aquellas provincias de los enemigos, asegurar las demás; y disponernos a otra
grande empresa en que se va a empeñar la libertad de todo el país. A V.S. no
toca sino obedecer; y hacer que tengan efecto las repetidas órdenes que se le
han dado al intento tan sagrado, como es el de afirmar la buena suerte de los
pueblos. Son terminantes. Deben cumplirse y de haberlo hecho, avíseme V.S. por
extraordinario”. (Luis Güemes, Güemes Documentado t. 3, p. 30)
Güemes
a lo único que se había negado fue a la devolución de los fusiles y con
fundados motivos, ya que como las milicias no eran fuerzas regulares del
ejército, no recibían armamento ni pertrechos del gobierno central de Buenos
Aires, por lo tanto el único armamento que tenían era el propio, o el que le
quitaban al enemigo cuando lo vencían. En reiteradas oportunidades puso a
disposición tanto del Director Supremo, como del jefe del Ejército Auxiliar las
milicias de la provincia, y aunque en los papeles se lo intimaba a que tuviera
a disposición a las mismas, después del enfrentamiento con el coronel Rodríguez
y más aún de la victoria del Puesto Grande o del Marqués, nunca se aceptó que
él con sus milicias se sumaran al ejército, pero sí que Buenos Aires pudiera
disponer el envío de dos mil hombres como refuerzo del ejército, con el gasto
que eso implicaba, y que Güemes devolviera las armas.
En otra parte Mitre
dice: “Después de esto, Güemes se hizo
nombrar revolucionariamente gobernador intendente de la Provincia de Salta,
usurpando las atribuciones de la autoridad suprema en presencia del Congreso
reunido en Tucumán, dando así aliento a la anarquía que por todas partes
asediaba a aquel cuerpo soberano.
“Hasta
entonces, Güemes había sido un caudillo popular, que cooperando a la acción de
los ejércitos, dirigía las masas en su resistencia contra el enemigo común.
Desde
ese día Güemes empieza a ser un caudillo político, es decir, el gobernante
irresponsable, especialidad de la anarquía argentina que con ese nombre se
conoce entre nosotros, y que simboliza un tipo de gobierno personal y absoluto,
cuyo derecho es la fuerza. Desde ese día, Güemes fue gobernante, juez,
legislador de la Provincia de Salta, agregando a sus títulos por sí y ante sí,
el de Comandante General de Campaña, que ningún caudillo ha dejado de tomar”. (E.H., pág. 340 y 341)
Güemes
jamás fue un caudillo ni popular, ni político, fue un militar de carrera y un
gobernante austero y respetuoso de las instituciones, tanto provinciales como
nacionales. Cuando fue elegido gobernador por el Cabildo Abierto en Salta, el
Congreso todavía no se había reunido en la ciudad de Tucumán, como mal lo
afirma Mitre.
Cuando
Güemes regresa a Salta a fines de abril de 1815, después del triunfo en el
combate del Puesto del Marques, el Cabildo de la ciudad estaba a cargo del
gobierno de la provincia, porque el gobernador designado por el Director
Supremo se había incorporado al Ejército Auxiliar.
El
6 de mayo de 1815 estando reunido el Cabildo se acercó una multitud de vecinos
y solicitaron que se designara un gobernador para la provincia; ante la
insistencia de estos, el Cabildo solicitó el voto de los vecinos, siendo
elegido por amplia mayoría el coronel graduado don Martín Miguel de Güemes,
convirtiéndose en el primer gobernador electo por el pueblo en las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
Habiendo
llegado a Salta la comunicación de que el Cabildo de Buenos Aires había elegido
como Director Supremo Provisorio al brigadier don José Rondeau y suplente al
coronel Ignacio Álvarez Thomas, hasta que el primero finalizara la expedición a
que se hallaba destinado; el 9 de mayo el Cabildo de Salta, presidido por el
señor gobernador, don Martín Miguel de Güemes, resuelve convocar al pueblo para
el día siguiente, a fin de que reunido en Cabildo Abierto se ratifique el nombramiento
hecho por Buenos Aires.
El
14 de julio de 1815 el gobernador don Martín Miguel de Güemes le comunica por
oficio al Director Supremo coronel don Ignacio Álvarez Thomas que había sido
elegido por decisión del pueblo gobernador de Salta. El gobierno central lejos
de reprender a Güemes por haber aceptado y asumido el cargo sin su venia, le
contesta por oficio el 3 de agosto, que ratifica con efusiva complacencia la
elección de hecho consumada.
Durante
los seis años que don Martín Miguel de Güemes gobernó la provincia de Salta, lo
hizo en forma austera y responsable, respetando en forma absoluta a las
instituciones del Estado, tanto del gobierno central, como de la provincia,
todas las medidas de gobierno que adoptó siempre fue en concordancia con los
demás organismos estatales de la época, como surge claramente en la infinidad
de Actas del Cabildo que existen en el Archivo Histórico de la provincia de
Salta.
Mitre,
también dice: “A principios del año 1816, el ejército del Perú a las órdenes del
general Rondeau acantonados en Jujuy, llegó a tener más de tres mil quinientos
hombres con ocho piezas de artillería venidas de Buenos Aires, sin contar
seiscientos hombres organizados a vanguardia por el marqués de Yavi, y sin
contar las milicias de Salta a órdenes de Güemes.
Véase
pues, que si Güemes en aquellas circunstancias se hubiese reunido al ejército,
este hubiera podido contar con una fuerza de más de cinco mil hombres, fuerza
superior a la del ejército español, que de seguro no se hubiera atrevido a
invadir el país, pues quedábamos más bien habilitados para tomar la ofensiva
que para temerla”. (E.H., pág. 341)
Como veremos a
continuación Mitre comete nuevamente una falacia, ya que el ejército que él
dice estaba en condiciones de tomar la ofensiva, en realidad se encontraba en
una situación de debilidad deplorable y desorganización y anarquía militar.
El
28 de febrero de 1816 el general Rondeau le informa por oficio al Director
Supremo interino del Estado Álvarez Thomas, que el Ejército a su mando se
trasladaba hacia la ciudad de Jujuy a causa de las enfermedades que sufría la
tropa por la rigidez del clima.
El
1 de marzo, el Director Supremo interino se dirige por oficio reservado a los
diputados de los pueblos para el Soberano Congreso Nacional reunido en Tucumán,
en el cual les informa que: “Después de
los repetidos partes oficiales y cartas de los ciudadanos de crédito de las
provincias de Tucumán y Salta disiparon la incertidumbre en que me vi por
espacio de cuarenta y dos días sobre el
estado del Ejército Auxiliar del Perú después de la derrota de Sipe Sipe, una
voz unísona y universal descubrió la debilidad deplorable a que se ha reducido
y la escandalosa división que devora los últimos restos de las fuerzas salvadas:
en tan crítica situación creí de mi deber agitar con celeridad la remesa de
tropas, armamentos y municiones para reparar inmediatamente la pérdida, sin
precipitar otras medidas que el tiempo debía sancionar, fuera de los riesgos de
una resolución prematura.
Con efecto: el período de
tres meses ocurrido desde aquel desgraciado acontecimiento me ha dado lugar a
examinar las causas y analizar los principios que pudieran influir en la desorganización y anarquía militar en
que está sumergido aquel Ejército, según el testimonio constante y
desapasionado de los hombres de mejor juicio. La opinión de que se ve privado
el brigadier general don José Rondeau por sucesos inevitables, y el
resentimiento de los principales jefes contra él y de éstos entre sí han roto
los vínculos que constituyen la armonía gradual en el sistema militar, han
relajado todos los resortes que forman su seguridad física y moral, han
despertado los celos imprudentes en unos y han presentado a otros un vasto
campo a licenciosas maquinaciones.
Bajo este punto de vista
era considerado el Ejército Auxiliar del Perú al paso que los enemigos se
adelantan con rapidez, obran con unidad y aprovechan los momentos de la
discordia, cuando juzgué necesario fijar la consideración en el remedio más
eficaz a contener un mal tan funesto a la libertad general.
Mas para resolver con
detención, cubrir mi responsabilidad ante los pueblos y aquietar el temor de
los ciudadanos, tuve a bien llamar a consejo a todos los jefes militares de la
guarnición de esta plaza (Buenos Aires), a quienes expuse sencillamente con
documentos los motivos que me impulsaban a aquella reunión, y la urgencia con
que exigía el Ejército del Interior el medio de fijar el orden y restituir la
sanidad antes que el enemigo pasara las provincias del Alto Perú. Mi exposición
fue ilustrada por nuevos datos uniformes y el resultado de la Junta de Guerra
terminó en prescribir la necesidad de que el general don José Rondeau fuese
removido de su cargo, remitiendo desde luego un jefe que le sustituya, como se
lee en la copia autenticada que tengo el honor de incluir.” (Luis Güemes,
Güemes Documentado t. 3, pp. 245/248) (el resaltado es del autor)
El
general Rondeau no fue depuesto como jefe del ejército y reemplazado, a pesar
de la urgencia que exigían las circunstancias, ya que el Director Álvarez
Thomas, si bien tenía las facultades para hacerlo, decidió, argumentando
diversos pretextos, solicitarle a los diputados que ellos designaran al nuevo
jefe del Ejército Auxiliar.
Juan Martín de Pueyrredón |
En
la cuarta parte comenzaremos analizando el siguiente párrafo del libro de
Mitre: “...
hostilizó públicamente a los oficiales de él (del Ejército del Perú) que en calidad de particulares transitaban
por su territorio. Testigo de ello el general Don Martín Rodríguez a quien por
orden de Güemes se puso una emboscada cerca de la Cabeza del Buey, consiguiendo
Rodríguez escapar con vida, dejando su equipaje, que por orden de Güemes fue
rematado en pública subasta en la plaza de Salta. Este hecho lo recordaba en
sus últimos años el general Rodríguez, lo refiere detalladamente el general
Paz”. (E.H., pág. 342 y 343)
Dr. Marcelo G: Ruibal
¡Qué notable! El médico psiquiatra Dr. O´Donnell, (me parece que hoy es funcionario de la Casa de Salta de Buenos Aires), dijo y escribió que el Gral. Güemes era hemofílico y que combatía con un brazo contra al gobierno de Buenos Aires y con el otro contra los realistas. Qué lento y dificultoso resulta ser el camino de la verdad histórica, cuando circulan mediáticamente estas versiones. En todo caso, si hubiese sido hemofílico, ¡tendría una doble virtud!
ResponderBorrarCordialmente
jorge Sáenz
Jorge, muchas gracias por tus comentarios, y totalmente de acuerdo voy a tratar de confirmar si tiene un nombramiento en la Casa de salta, sería una vergüenza, porque tanto él como los historiadores de su fundación son permanentes detractores del General. Un fuerte abrazo, Marcelo Ruibal
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