por: Jorge Gianella
Salta,
y sobre todo en los tiempos de la Independencia, fue la gestora de la libertad
americana, por su suelo, vibró el fragor de las batallas, los cascos de los
caballos en guerra y la sangre de los hombres, la regó de historia.
Muchas veces pretendemos bajar del
bronce a los héroes, por las razones más dispares e inimaginables, pero la
realidad supera a toda leyenda, y sobre todo cuando vinculamos a esta, a la
historia de Martín Miguel Juan de Mata Güemes.
“Hacerlo más humano”, es quizás lo que
uno escucha con mayor frecuencia, pero también el conocer detalles perdidos, lo
humanizan cuando uno los puede palpar, ver y sentir en carne propia.
Dos casi leyendas se mantuvieron por
muchos años entre las tradiciones familiares del Héroe Gaucho, una de ellas
estaba vinculada a una Patena, la otra su fiel compañero “Moro”,
Se llama
patena en la liturgia, al platillo
en el que se pone la hostia en la misa desde, acabado el paternóster hasta el
momento de consumir, otra acepción hace referencia a Medalla
grande, con una imagen esculpida, que se pone al pecho, este es el caso
al que nos vamos a referir.
La
“Patena de Güemes”, es una medalla rectangular de metal esmaltado, que
representa en relieve y colores vivos a nuestro Señor Jesucristo en el “ECCE
HOMO” (este es el hombre), esta imagen es una representación de Jesús detenido, herido y
con una corona de espinas en el momento de ser presentado por Pilatos al pueblo, esto hace referencia a un pasaje del Evangelio de
Juan (19:5).
Sobre
esta Patena, escribe Paulino Arroyo en la revista Sucesos Salteños Nº 2 (Salta,
1964) pág. 8 y es trascripta en el Boletín del Instituto Güemesiano de Salta Nº
4, año 1980, pag. 144 y 145.
También encontramos una importante referencia a
ella en el Fragmento de carta de doña Rosaura Castro de Güemes, esposa de Luis
Güemes a su hijo Luis, fechada en Salta, 16 de abril de 1877; publicada en el Güemes Documentado tomo 12, página 140,
cuando en una nota al pie de Domingo Güemes dice: “…y también la patena o medalla grande con la imagen esculpida del
Nazareno que, según la tradición, Güemes siempre llevaba en el pecho”
La
tradición a la que hace referencia, dice que se le habían pronosticado que le
sería fatal no llevarla, cosa que ocurriera aquel 7 de junio de 1821, que por
el apuro de llegar a la ciudad la olvidara.
Hoy los
Salteños podemos apreciarla en una vitrina ubicada en un costado del Panteón de
las Glorias del Norte, cerca de la puerta de ingreso al mismo. En los últimos
años podemos apreciarlo también en el lazo del faldón del Señor del Milagro en
tiempos de la novena y durante la procesión del 15 de Septiembre.
En cuanto
al “Moro” su corcel preferido y fiel compañero, se adentró en la historia
también, aquel fatídico 7 de junio. Bartolomé Mitre en su “Historia de
Belgrano” a mediados del siglo XIX, rescata de forma muy escueta una simpática
leyenda, la del veloz Moro de Güemes, la que hace referencia, que al notar este
a su jinete herido, golpeó tan fuerte con el vaso de su pata el piso de la
calle, que para siempre, dejó su huella grabada.
Un
romance se menciona en el artículo “El fiel compañero de Güemes: SU MORO”,
publicado en la revista Billiken Nº 2422 (Editorial Atlántida S.A.; Buenos
Aires, 1966) pags.: 32 y 33. Que dice:
La huella
de su herradura
Fija en
la piedra quedó
¡Como
perenne testigo
de
aquella noche de horror!
Con el
tiempo, tuve la oportunidad personal de charlar con algunos de quienes participaron,
del traspaso de los restos del General Güemes, al Sarcófago donde hoy descansan
en el Panteón de las Glorias del Norte, uno de ellos (Rosario Marinaro) por
entonces un joven integrante del Fortín el Tuscal de Velarde; en su relato,
hace referencia que junto a los restos del General había un Ladrillo, vino a mi
memoria casi simultáneamente el Moro, le pregunté, ¿Como era?, ¿Si lo había
visto?, su respuesta fue aún más interesante; - Si, respondió, - Parecía muy
viejo, a mi me llamó la atención que en uno de sus lados había una marca, como
una c, va…, parecía la punta de una herradura.
Indudablemente
el corazón ya se quería salir, pero solo queda esperar y quizás pronto podremos
tener expuesto este ladrillo, y ver la marca que el Moro dejó para la
eternidad.
Jorge A. Gianella
Revista Pucará Salta, Junio de 2014
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