EN LA CAÑADA DE LA HORQUETA.
El Origen de
este homenaje
Se denomina Guardia Bajo las Estrellas, al homenaje al
General Martín Miguel de Güemes, que se realiza en el lugar mismo de su muerte;
en la Cañada de la Horqueta. Este se inicia a las cero horas del 17 de junio,
día del paso a la inmortalidad de Héroe Gaucho.
Este acto sencillo, se realiza en la soledad del monte propio de
las sierras subandinas, en el monolito que conmemora el lugar y que fuera realizado por el escultor Victorino
Moltisanti, e inaugurado el 17 de junio de 1934, con la
presencia del Gobernador de la provincia don Avelino Araoz.
Hasta 1956 la historia no había determinado el lugar
exacto donde falleciera, el 17 de Junio de 1821, el Gral. Martín Miguel de
Güemes. En los distintos textos, como también en los mapas, era frecuente leer
denominaciones distintas como Finca Las Higuerillas, La Quesera, Las Higueras,
El Chamical, mencionándoselas como sitios posibles del lugar donde perdiera la
vida el general. Todo esto no hacía nada más que traer una gran confusión y
muchos salteños sentíamos la necesidad de saber algo más sobre el tema, lo que
nos llevó a requerir datos de nuestro compañero de estudios, el maestro Miguel
Ángel Salom, por aquel entonces presidente del Club Amigos de la Montaña y
secretario a cargo de la Dirección del Archivo Histórico de la Provincia. Salom
era un gran lector e investigador de nuestra historia.
Luego de realizar un concienzudo estudio analizando
muchos documentos y referencias, concluyó en que: si bien no existe un
documento específico, se cree que el lugar de la muerte de Güemes es la Cañada
de la Horqueta, fundamentalmente esta afirmación se basa en las declaraciones
de José Nina, nieto de José Nina que fue peón del Gral. Güemes y que estuvo
presente en el lugar en el momento infausto. Me inclino a creer que es muy
valedero, porque muertos ya los hombres de la ciudad que habían estado en la
Cañada, todo se olvidó y ya nadie se acuerda del lugar exacto. Los únicos que
pueden saberlo, quizá, sean los descendientes de los campesinos que todavía
viven en el lugar, como en el caso de los Nina. “Salom añadió que” en 1911, el
Museo Histórico Nacional se interesó en una versión oral y encomendó a un
artista, el señor Arístenes Papi, situar y hacer un bosquejo del lugar. Papi,
buscando en la zona alguna versión fue llevado al humilde rancho de José Nina.
Este guió al pintor, y llegado al lugar, se lo señaló. Estaban en la Cañada de
la Horqueta, pertenecientes a la Finca Los Noques. Allí narró a Papi la vieja
historia: “El abuelo decía que el general, herido en la noche del 7 de junio
vino de la ciudad por Las Higuerillas y desviándose del camino entró en la
Cañada de La Tala y luego al lugar donde estaban. Allí la herida no lo dejó
seguir y fue descendido de su cabalgadura y depositado al pie de ese árbol,
donde le improvisaron un lecho donde murió”.
Volvió el pintor a la ciudad con su misión cumplida
y la Cañada se sumergió nuevamente en soledad y en el silencio. Veinte años
después, el 13 de febrero de 1932 llegaron hasta ella el general Gregorio
Vélez, el coronel Ernesto A. Day, el señor Martín Cornejo y el pintor Papi,
guiados de nuevo por Nina. Los presentes levantaron un acta y fijaron el sitio
como el verdadero de la muerte de Güemes. Dos años después, el 17 de junio de
1934, siendo gobernador don Avelino Aráoz, se inauguró un monolito recordatorio
que cubría el añoso tronco del árbol al pie del cual se dijo murió el Gral.
Güemes. Pero todo esto no fue suficiente para proporcionar seguridad a los
estudiosos - prosiguió Salom – “Parecía no haberse hecho conciencia pública
este señalamiento debido, indudablemente, a la falta de un documento que fije
expresamente el nombre del lugar como lo exige la historia”.
Cuando Salom dio fin a su apasionante relato nos
quedamos sopesando cada una de las razones y argumentos de los estudiosos y con
cuales se quedaría definitivamente la historia. En días posteriores meditábamos
hacer algo, queríamos hacer algo; pero no precisábamos qué. Entonces fue cuando
tuvimos una idea: hacer un homenaje a Güemes, pero no en la ciudad, sino allá,
en el monte, en el propio lugar de su muerte, en la desconocida Cañada de la
Horqueta.
Los preparativos fueron febriles, hecho en medio de
una ansiedad creciente. Teníamos que llegar a La Cañada de la Horqueta, la idea
era vivir de algún modo las mismas condiciones climáticas, anímicas, en las que
transcurrieron las últimas horas de vida del general.
De izquierda a derecha: Miguel A. Salom, Luis Madeo, Ramón Horacio Cortez y Pablo García. foto: Cañada de la Horqueta 1958 |
Nos alistamos para el viaje Ramón Cortez, Miguel
Salom, Farat Salim, Pablo García, Luis Madeo, Mateo Manuguerra, Rubén Fortuny y
el que escribe.
Partimos en la mañana del 16 de junio de 1956, en un
camión cedido por la Dirección de Viviendas. Tomamos el camino que corre al pie
del cerro Independencia, paralelo al río Arias. En pocos minutos llegamos al
lugar denominado La Pedrera, distante diez kilómetros de la ciudad. Ese nombre
se origina por la existencia de una vieja cantera de donde se extraen piedras
para construcciones. En este punto el camino se abre en dos ramales que toman
rumbos diferentes: uno sigue en dirección Sur paralelo al río Arias y el otro
comienza a trepar la sierra hacia el naciente. Nosotros tomamos el de la sierra
y comenzamos a elevarnos en repetidos zig – zag y en curvas que siguen las
entrantes y salientes de los contrafuertes de las serranías. Es el viejo camino
que unía Salta con Tucumán hasta que se construyó la ruta asfaltada por el
Portezuelo. Mucho antes, incluso, fue camino de herradura que permitía la unión
del Valle de Lerma con Metán y Rosario de la Frontera. Llegados al alto, su
trazado se desenvuelve entre lomadas ondulantes, cañadas secas y pequeños
barrancos para luego comenzar un descenso largo, sinuoso, hasta desembocar en
un valle. Es ancho y bastante profundo. En el fondo hay un arroyo, árboles
junto a las casas, diminutas parcelas cultivadas y una capilla. Este paraje se
llama la Quesera.
La Quesera fue en otro tiempo centro activo de la
vida del gauchaje, lugar de invernación del ganado, puesto de avanzada de las
guerrillas güemesianas y punto de reunión de los chasquis que acortaban
distancias por los senderos del monte. Ahora yace en el olvido, tan sólo
algunos ranchos y solitarios cactus, ennegrecidos por las intemperies, como
vigías sempiternos tratan de sobrevivir en las asperezas de la sierra. La
visión de caseríos es la visión de un pueblo donde se ha detenido el tiempo.
Antes de medio día entramos en una zona diferente. El camino se estira hacia el sur en leve descenso, casi sin curvas. La vegetación es más limpia, más blanda. Ahora aparecen las alambradas en ambos lados de la ruta, también las tierras trabajadas por el hombre. Campos sembrados, amplios corrales, alfalfares. Pertenecen a la propiedad llamada finca La Cruz, que no está lejos. Desde allí se ve la sala en un altozano a no más de un kilómetro de distancia.
Antes de medio día entramos en una zona diferente. El camino se estira hacia el sur en leve descenso, casi sin curvas. La vegetación es más limpia, más blanda. Ahora aparecen las alambradas en ambos lados de la ruta, también las tierras trabajadas por el hombre. Campos sembrados, amplios corrales, alfalfares. Pertenecen a la propiedad llamada finca La Cruz, que no está lejos. Desde allí se ve la sala en un altozano a no más de un kilómetro de distancia.
La Casa De La Cruz
Salom explicó: “ Esta finca era propiedad de un
pariente de la madre de Güemes y utilizada por éste, como todas las de su
familia, para mantener sin cargo las caballadas y haciendas del Estado que
servían para la guerra. Está a pocos kilómetros de El Chamical, donde el Héroe
tenía su cuartel general. En esta vieja casona estaba una posta que atendía un
señor Homes y que sería, lógico es pensarlo, el encargado de hacer llegar los
mensajes del jefe gaucho a las tropas acantonadas en El Chamical y hacer correr
con rapidez los enviados a Belgrano en Tucumán.
Su techo de tejas a dos aguas y sus balcones con
barandas de madera, conservan la imagen de esta casa que debió ser opulenta en
otros tiempos. Todo revela sus 150 años de existencia, pero todavía se mantiene
de pie como si no quisiera morir para entregar su mensaje a las nuevas
generaciones. Hubiéramos permanecido todavía mucho tiempo contemplándola, pero
el fresco de la tarde nos trajo a la realidad, había que llegar a la Cañada de
la Horqueta.
Los humildes moradores de un ranchito nos indicaron
que no había camino transitable para automotores. Teníamos que seguir a pie 9
kilómetros monte adentro para llegar al monolito. “sigan siempre la senda que
va bordeando el arroyo – dijo el dueño de casa - es la única que hay, de manera
que no pueden perderse. Varias veces se había tratado de dejar abierto el
camino, pero el río y el bosque lo impidieron. Las crecientes del verano
formaron barrancos de un metro, cavaron zanjones que provocaron
desmoronamientos de tierra y barro y, en partes, se formaron vallas por las
acumulaciones de piedras o de troncos y ramas amontonadas por la corriente. El
monte con sus especies de crecimiento rápido se encarga de completar la tarea”.
Después de escuchar todas estas indicaciones, y muy
cargados, nos introducimos hacia el Este por una quebrada ancha y montosa. Por
el centro corre un arroyo. Es el que figura en el mapa con el nombre de “arroyo
de La Cruz”.
En verdad, en parte, se notaba el esfuerzo que se
hizo para dejar abierto el camino, algunos cruces del arroyo estaban
emparejados con piedras, barrancos que habían sido rebajados a pala y pico,
picadas abiertas en el monte espeso, pero todo destruido por las crecientes del
verano anterior. Prácticamente sólo queda una senda rodeada por una vegetación
enmarañada y espinosa. Además de los clásicos garabatos, talas, piquillines,
churquis y tiatines, crece una abigarrada variedad de hierbas y de arbustos. En
la senda no faltan los cuises, insectos, gusanos y lagartijas. El pájaro “ataja
caminos” ave de singulares costumbres, ocupa nuestra atención con sus conocidas
piruetas. Los tábanos no dejan de molestarnos con sus punzantes aguijones,
bandadas de loros se echan de árbol en árbol con su bullanguería
característica. Palomas, las hay de todas clases, especialmente las torcazas
que llenan la soledad del monte con su arrullo triste y persistente. Las
charatas y las pavas sólo se dejan oír cuando está feneciendo la tarde. Aunque
por momentos la vegetación se hace más alta, la senda siempre está libre.
Camino obligado de puesteros y campeadores, cuando viajan, no le mezquinan al
hacha y a la macheteada. De vez en cuando somos sorprendidos por el tropel de
animales ariscos que huyen asustados ante nuestra repentina presencia. Es zona
de toros bravos.
A la salida de un pedregal, donde el arroyo de La
Cruz dobla hacia el Norte, nos dimos súbitamente con un terreno plano cubierto
de un espeso yuyaral donde aparecía la figura borrosa del monolito. El monte
rodeaba su eminencia de roca gris y dos velas estaban ardiendo a sus pies. La
emoción que ha ido creciendo gradualmente pronto se hizo grito en nuestras
gargantas y prorrumpimos en un ¡Viva la Patria!, fuerte, rabioso, y nos
quedamos escuchando el silencio que fue creciendo en solemnidad en nuestras
mentes y en nuestros pechos.
Campamento en la Horqueta |
Antes que desaparecieran las luces del día nos
apresuramos a juntar leña. Luego nos agrupamos alrededor de las llamas del fogón
que encendimos. Alrededor de las 21 comenzamos la guardia por parejas. Cada uno
debía permanecer una hora de pie frente al monolito antes de ser relevado,
pasamos la noche en vela pues la guardia se suspendería recién a las primeras
luces del nuevo día. Para darle mayor realismo ideamos una lanza con un palo
largo y un puñal atado en la punta.
Así nos encontraron los últimos minutos del 16 de
junio y los primeros del 17, día que marca el paso a la inmortalidad del Héroe
Gaucho. La noche está oscura, callada y el frío quema. Solamente un cielo
limpio y estrellado contempla con grandes ojos la Guardia. Mirando ese cielo de
pronto se nos ocurre una idea ¡Hemos encontrado un nombre para nuestro acto! :
“Guardia Bajo las Estrellas”, si, eso le queda bien, Guardia Bajo Las Estrellas
sobre la propia tierra que vio consumirse la vida del Héroe.
En la profundidad del silencio imaginamos el galope
de las caballerías, los gritos de guerra, las estridentes clarinadas que hacen
hervir la sangre en la pelea.
Las primeras luces del día 17 de junio llegaron
lentamente poniendo fin a la Guardia. Nadie durmió. Ahora es necesario terminar
el acto. Como no habíamos llevado flores para la ofrenda, nos dispersamos por
el monte y recogimos especies silvestres que se han conservado al abrigo del
frío debajo de los espesos pajonales.
La ofrenda se cumplió sin pompas, con la mayor
sencillez. Ramón Cortez y Rubén Fortuny depositaron en el suelo al pie del
monolito, un humilde ramillete de flores, rojas, azules, y amarillas.
Luego entonamos las estrofas del Himno Nacional
Argentino.
Miguel Salom se refirió a los hechos heroicos del
prócer y terminó con un pensamiento: “Aquí, bajo el mismo cielo, cerca de estos
árboles, en una mañana de angustia y desazón, murió el jefe gaucho, sus hombres,
los hacedores de nuestra gesta, con el corazón anegado de amargura,
presenciaron lo irremediable. Seguro estoy que todos nosotros estamos
embargados, en este amanecer, de una conmovida vivencia. Hemos cumplido con una
misión irrenunciable”.
Así nació “La Guardia Bajo Las Estrellas”, expresión
del espíritu de un pueblo en admiración y gratitud a su héroe.
DOS AÑOS DESPUÉS en Mayo de 1958, el destino quiso
que fuera Salom, director del Archivo Histórico de la Provincia, el autor del
hallazgo que atestigua fehacientemente el lugar de la muerte del Gral. Martín
Miguel de Güemes. Buscando entre otros documentos en 1822, encontró uno que
confirmaba definitivamente ser la Cañada de la Horqueta el lugar exacto donde
murió el Gral. Güemes.
El documento dice textualmente:
“Conste por esto ser verdad que Sebastián Silbera
auxilió con una res gorda al señor Gral. D. Martín Güemes hallándose herido en
el lugar de la Orqueta donde murió y para que el interesado pueda cobrar su
importe, le doy el presente en Salta, mayo 20 de 1822.
Por el capitán Dn. Juan Hipólito Rivadeneira por no
saber firmar, Juan Manuel Quirós.”
Por fin quedaba aclarado el lugar exacto de la
muerte de Güemes. Ahora la historia ya podía aclarar la incertidumbre, un siglo
y medio de dudas quedaba despejado.
La Comisión Permanente de Homenaje al Gral. Güemes
-Guardia Bajo Las Estrellas- el Club Amigos de la Montaña mantienen esta
ceremonia desde hace 47 años, con su simbólica guardia nocturna, el 16 de junio
de cada año, en el propio lugar de la muerte del Héroe CAÑADA DE LA HORQUETA. (Ceremonia
que ya se popularizó en gran parte del país).------
Por: Prof. José Fadel*
(Fragmento de su trabajo, “
COMO NACIÓ LA GUARDIA BAJO LAS ESTRELLA” del año 2003)
*El Prof. José Fadel. Académico Honorario en el Sitial Guardia Bajo Las Estrellas de La Senda gloriosa de la Patria. Presidente de La Comisión Permanente de Homenaje al Gral. Martín Miguel de Güemes “Guardia Bajo Las Estrellas”.
Este homenaje “Guardia Bajo Las Estrella”, fue Declarado de Interés Provincial por Decreto 840/01.
Contacto:
Dirección:
Pedro
A. Pardo 235 (4.400) Salta
Teléfono:
0387
4329070
SMS
o Whatsapp
+5493874183423
Correo
Electrónico:
guardialahorqueta@gmail.com
Haciendo click en "el origen de la guardia", podrá ver un video para vinvenciar de alguna manera este sencillo y sentido homenaje.
Fotos del recuerdo:
Un lugareño y su familia 17 de junio de 1958 |
El Prof. José Fadel, haciendo uso de la palabra 1958 |
Concurrencia a la Guardia Bajo las Estrellas 1958 |
En la Guardia, lanza en mano José Fadel y Ramón Hosracio Cortez (h) 1999 |
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